soy antonio piniés, Aunque en mi familia me llaman toni

PODRíA deciros…

Podría deciros que estudié Psicología porque me apasionaba ver cómo las personas aprenden y se desarrollan, y cómo muestran su singularidad, que estudié algún Máster y también podría hablaros de mi experiencia en el mundo de los negocios pero aunque eso sea cierto, no explica lo relevante de mi propio proceso.

El perdón tiene una parte importante en mi historia personal. Mi arrogancia y algunos pasajes difíciles me alejaron de personas que amé y mi vida se vio bloqueada por la angustia y los reproches. Ahora puedo ver que yo bloqueé mi vida con esas emociones. Por eso quiero compartir con vosotros mi propia historia en relación con el perdón y con Dios.

En mi gran familia, porque formo parte de una familia muy numerosa, la práctica religiosa nunca fue habitual. Siempre fuimos muy respetuosos, aunque honestamente debo confesar, que no nos mostrábamos ni especialmente creyentes y apenas practicantes.

En mi interior sí que sentía que había “algo” y que de algún modo, ese “algo” guiaba muchos de los pasos que daba en mi vida. Eso era algo mental. No estaba “encarnado”.

Cuando nació mi primera hija, Claudia, fue tan evidente para mi que ese algo era real, que abrió un espacio en mi corazón donde darle un lugar a ese sentimiento. No era comprensible ver a mi hija y contemplar tanta perfección sin pensar en algo divino. Mi segundo hijo Adrià no hizo más que confirmar lo que mi corazón sabía. La vida es un milagro.

¿A QUÉ O A QUIÉN ME ESTABA RESISTIENDO?

Por otro lado, estaba el trabajo. Llevo acompañando a personas ya hace más de 20 años y sólo puedo decir que, a pesar de tantas desgracias y maldades, que también existen, el ser humano es extraordinario. Contemplo esa maravilla tan a menudo, que no puedo pensarla sin ver claramente lo divino que todos llevamos dentro, la divinidad que somos.

En mi profesión, sentía que mi labor estaba conectada a ese algo que apuntaba anteriormente y cada vez lo sentía más adentro; pero me resistía. Necesitaba pensar que era yo el que hacía los milagros y cambiaba las vidas de las personas… Cuanta soberbia, ¿verdad?

Pero lo que sucedía es que no me sentía bien, era como una cierta impostura, sentía una necesidad muy íntima y a la vez era no querer reconocer qué era lo que quería.

Y lo que quería era creer, y creer de verdad, aunque a la vez mi mente no me dejaba.

Yo también tenía lo mío para perdonar. En este bucle me encontraba, cuando una persona muy especial me tomó de la mano y me guió por esos laberintos en donde cabeza y corazón se pierden a veces y se confunden las razones y los amores.

De la mano de mi amigo, el padre Íñigo, que atendió mi necesidad de estar más cerca de Dios, y me guió con mano serena y buen consejo, me convertí. Y esta conversión y aceptar a Dios en mi vida plenamente, me ha transformado y también a mi familia.

No fue fácil, para que negarlo. Soy un hombre arrogante y luchador y no me resignaba a aceptar algo más grande que yo, y en mi corazón sólo existía pena. Al final me rendí y eso fue transformador.

Hoy puedo compartirles que mi forma de estar en casa es más plena, miro a mis hijos con otra comprensión, maravillándome por su belleza, por el brillo que desprenden, por la vida que late en ellos. Me siento bendecido por mi esposa y por tener la familia que tengo; tanto la que yo he formado y la que viene de mis orígenes, como aquella otra familia escogida que llamamos amigos.

Dar espacio en mi vida a Dios también me ayudó a comprender tantas cosas y a mirar desde la caridad a personas que me lastimaron y hacia las que sentía un odio profundo, casi visceral; a soltar equipaje y vivir más liviano y más feliz. Más pleno y más confiado. Y también aprendí a perdonar y aún estoy en ello.

Por este motivo en el Taller del Perdón, quiero compartir con ustedes, algunos aprendizajes que me sirvieron con la esperanza que también les sirvan.

 El padre Íñigo me animó a traerles lo que había aprendido en mi vida a través de talleres, compartiendo experiencias, escuchando y entregando lo que tengo para dar. Mi más profundo agradecimiento al padre Íñigo, a los responsables de la parroquia, al equipo de ayudantes y también a ustedes por entregar un ratito de sus vidas a transitar juntos esta experiencia. QDLB

“Gracias, muchas gracias y sean bienvenidos y bienvenidas a SANAR LAS HERIDAS, Y RECONSTRUIR LAS FAMILIAS A TRAVÉS DEL PERDÓN.”

Testimonio

Juan Rangel

Aprendí a comprender nuestro pasado, ver en nuestro pasado si tenemos algún rencor, algún mal recuerdo con alguien y cómo podemos solucionarlo. Nos va enseñando paso a paso cómo discernir todos esos problemas, todas esas cosas que no nos dejan estar en paz y encontrar la felicidad.
Lo recomiendo a los que quieran estar bien y en paz con los demás.
Taller de Santa Mónica

¿TIENES ALGUNA PREGUNTA? CONVERSEMOS